Por José Ivars Ivars / Divulgador e Investigador Filatélico
La invención del sello como pago
previo en el envío de la correspondencia allá por el año 1840 en Inglaterra, y
posteriormente en todo el mundo, no solo cambió el concepto que se tenía por
entonces de remitir una carta por el correo donde lo habitual era que abonase
quién la recibiera, y la tarifa aplicada sería en función de la distancia
recorrida y el peso del envío, sino que además la gente de la época tuvo que
habituarse a utilizar un nuevo “objeto” que no era de lo más cotidiano: el
sello postal.
No fue poca la prensa de la época
que desde que apareciese el primer sello en España en 1850, se ocupó de dar
cumplida información al respecto de su uso y características, para con ello ir
habituando a la ciudadanía en su uso, que si bien no fue obligatorio en los
primeros años para el envío de cartas y documentos por correos, si lo sería ya
a partir del 1 de julio de 1856.
Pero no solo se preocupó la prensa
de que se supiera qué hacer con un sello frente a donde colocarlo en una carta
(pliego), de las tarifas que iban modificándose casi año tras año, etc., sino
que algunos periódicos de la época le dieron la vuelta al sello y buscaron que
había en esa cola o pegamento que hacía que con humedecerlos con saliva se
adhirieran casi por obra de magia al sobre, sin desprenderse en todo el
trayecto.
Así tenemos, y por poner un ejemplo
de los muchos que las hemerotecas nos ofrecen, que el rotativo mahonés El
Bien Público (1873-1939), en su edición de fecha 14 de agosto de 1875
(página 4), inserta un interesante artículo en el que advierte al lector del
peligro que encierra la goma en el reverso de los sellos.
Concretamente hace referencia a “…los nuevos sellos de correo que con el
busto del rey don Alfonso XII acaban de emitirse en primero de agosto de 1875…”,
primeros sellos del reinado de Alfonso XIII (Edifil 162-171), y que según el
artículo además de llevar una numeración de posición del sello dentro del
pliego de 100 sellos en el reverso para
evitar su falsificación, su reverso puede ser peligroso para la salud.
Los sellos en cuestión se realizaron
en un papel azulado que al parecer la mezcla de este tinte con el mucilago
producido por la goma al humedecerla, producía (tal vez sigue produciéndolo 146
años después) “…un germen de un tóxico…”.
Es de imaginar que la noticia, que como bien indica el rotativo mahonés fue
publicada en diferentes medios escritos, causase cierta preocupación entre los
usuarios del correo. Aunque al menos no ha trascendido que por usar estos
sellos, nadie resultará perjudicado de salud. Lo que si hace el periódico es
aconsejar no humedecer los sellos con la lengua, algo que hoy en día parece que
ya asimilado también y más tras la situación COVID-19 que estamos viviendo.
Y para matizar esta antihigiénica
práctica a la hora de pegar los sellos en las cartas, el periódico hace
referencia al Dr. Thebussem y su trabajo sobre “Los Pegamentos en los Timbres”, dando algunos consejos que el
propio gaditano ya menciona, y donde uno de ellos aconseja “…que lo más higiénico es mojar el dedo en agua (…) y de esta forma
humedecer la parte que se vaya a adherir del timbre…”.
Para ilustrar aun mejor el artículo,
se citan varios ejemplos sobre el reverso de los sellos y las gomas o
pegamentos utilizados por entonces, algunas de las cuales han causado ciertos
problemas de salud entre los usuarios. Así tenemos el caso de Suecia que a con
sus primeros sellos decidió añadir acíbar (sustancia muy amarga) a la goma en
los sellos, para que su mal sabor hiciera imposible el uso de la lengua para
humedecer los sellos.
O por el contario, el hecho de que en Dinamarca lo que se añadiera a la goma fuese “azúcar candi” que daba un mejor sabor a la goma, lo que hacía que muchos niños se comieran los sellos como golosinas. ¡No hay mal que por bien no venga!
Existen otros casos no citados en el
periódico que nos hacen entender lo preocupante del tema. Se conoce un caso en
Gran Bretaña, donde en 1872 en la ciudad de Nottingham un buen doctor recibe
una consulta médica por vía postal, donde el supuesto paciente le incluye dos
sellos para que su respuesta no le costase al doctor penique alguno. Pero
resultó que los sellos, llevaban cierta sustancia en su reverso que al
humedecerlo con la lengua le produjo cierto malestar. El sello no usado, fue
puesto a disposición de la policía británica que determinó un posible intento
de asesinato contra el doctor.
Como vemos, hasta el reverso de los
sellos hace que esta ciencia llamada filatelia, sea un pozo sin fondo de
curiosidades que la prensa de la época se ocupó de ir contándonos para deleite
de los que hoy gustamos de mirar las hemerotecas.